Hace muy pocos días, mi hijo menor me envió un mail que me llevaba a un video con varias recomendaciones para que los que tenemos el mal de Parkinson puedan sentirse mejor. Es un video de un médico que da una serie de recomendaciones que permiten que, sin tomar pastillas, los síntomas propios de esta condición desaparezcan, al menos por un momento.
Como conclusión saqué que había que eliminar el estrés y que la mente es un arma sumamente poderosa capaz de producir estrés, pero también capaz de producir el efecto contrario, es decir, paz y tranquilidad.
Debo confesar que estoy pasando por días de estrés debido a muchos factores, de los cuales el principal son retrasos en el proyecto del que he dado indicios a mis lectores, retrasos que son ajenos a mi responsabilidad y control. Comprenderán que no me siento en capacidad de sentarme a escribir una nueva entrada cuando mi mente está en otro lado. Gracias a los que preguntaron por mí intrigados por mi inusual silencio.
Aplicando las recomendaciones de este doctor, que en realidad pongo en práctica desde hace tiempo por puro instinto y sentido común, en las mañanas me siento frente a la computadora cantando, tarareando melodías que deben estar ocultas en algún recóndito rincón de mi mente, me repito que estoy bien, que las cosas van a salir a pedir de boca, trato de reírme de las cosas más tontas, entre otras pequeñas tácticas. Y puedo decir que la mente puede atraer lo bueno si nos proponemos a pensar solamente en lo bueno.
En esa onda estaba cuando hoy, miércoles 11 de setiembre de 2013 a las 7:30 am, sonó el teléfono. A esa hora ya estoy frente a mi pantalla con vista al mundo aunque no puedo hablar. Aun así contesté y al otro lado de la línea estaba la única prima mayor que yo. Es una prima a la que quiero mucho, es una mujer sumamente valiosa y que siempre ayuda a los demás (orgullosamente puedo decir que estoy entre esos demás) sin dudar con la gran caracterísitica de tener un genio muy fuerte que si fuera niño me haría recordar al cuco. A la vez, es dulce y cariñosa y con los pies bien puestos en la tierra. Una extraña combinación que la convierte en ese ser especial al que quiero tanto.
Bueno, era mi prima y luego de los saludos de rigor me dijo:
- ¿Sabes por qué te llamo?
- No -contesté francamente.
- ¿No sabes? -me replicó, con un tono que me hizo pensar que hoy pasaba algo que yo TENÍA que saber. Mi cabeza giró a mil por hora, pero nada, cero.
Y así se lo confesé, sabiendo que me arriesgaba a una recriminación de su parte, a lo que ella prosiguió:
- Te llamo porque hoy es el cuarto anivesario de la muerte de tu madre y simplemente quería reiterarte mi pesar por su ausencia. Sabes muy bien que a mi tía la quería muchísimo, que era una gran mujer, que siempre la sentí y la siento muy cerca de mí y llamaba para recordarla junto a ti.
Me quedé de una sola pieza. Las lágrimas llegaron en tropel a mis ojos, pero aguanté a pie firme. Le agradecí y me dijo que también iba a llamar a mi hermana, que vive fuera del Perú para decirle lo mismo.
Cuando colgué, en lugar de sumirme en la pena, comencé a elaborar pensamientos positivos de los momentos felices que pasé con mi madre, de los momentos felices que ella tuvo, de sus bromas, de cómo festejaba su cumpleaños casi con tono infantil y tirando la casa por la ventana. Así celebró hasta su último cumpleaños.
Contándoles este comienzo de mi día es que marco mi regreso a Columna 17 después de un largo e involuntario silencio. Estoy de vuelta, espero que me hayan extrañado. Y mucho, porque yo sí los he extrañado. Mucho.
Como conclusión saqué que había que eliminar el estrés y que la mente es un arma sumamente poderosa capaz de producir estrés, pero también capaz de producir el efecto contrario, es decir, paz y tranquilidad.
Debo confesar que estoy pasando por días de estrés debido a muchos factores, de los cuales el principal son retrasos en el proyecto del que he dado indicios a mis lectores, retrasos que son ajenos a mi responsabilidad y control. Comprenderán que no me siento en capacidad de sentarme a escribir una nueva entrada cuando mi mente está en otro lado. Gracias a los que preguntaron por mí intrigados por mi inusual silencio.
Aplicando las recomendaciones de este doctor, que en realidad pongo en práctica desde hace tiempo por puro instinto y sentido común, en las mañanas me siento frente a la computadora cantando, tarareando melodías que deben estar ocultas en algún recóndito rincón de mi mente, me repito que estoy bien, que las cosas van a salir a pedir de boca, trato de reírme de las cosas más tontas, entre otras pequeñas tácticas. Y puedo decir que la mente puede atraer lo bueno si nos proponemos a pensar solamente en lo bueno.
En esa onda estaba cuando hoy, miércoles 11 de setiembre de 2013 a las 7:30 am, sonó el teléfono. A esa hora ya estoy frente a mi pantalla con vista al mundo aunque no puedo hablar. Aun así contesté y al otro lado de la línea estaba la única prima mayor que yo. Es una prima a la que quiero mucho, es una mujer sumamente valiosa y que siempre ayuda a los demás (orgullosamente puedo decir que estoy entre esos demás) sin dudar con la gran caracterísitica de tener un genio muy fuerte que si fuera niño me haría recordar al cuco. A la vez, es dulce y cariñosa y con los pies bien puestos en la tierra. Una extraña combinación que la convierte en ese ser especial al que quiero tanto.
Bueno, era mi prima y luego de los saludos de rigor me dijo:
- ¿Sabes por qué te llamo?
- No -contesté francamente.
- ¿No sabes? -me replicó, con un tono que me hizo pensar que hoy pasaba algo que yo TENÍA que saber. Mi cabeza giró a mil por hora, pero nada, cero.
Y así se lo confesé, sabiendo que me arriesgaba a una recriminación de su parte, a lo que ella prosiguió:
- Te llamo porque hoy es el cuarto anivesario de la muerte de tu madre y simplemente quería reiterarte mi pesar por su ausencia. Sabes muy bien que a mi tía la quería muchísimo, que era una gran mujer, que siempre la sentí y la siento muy cerca de mí y llamaba para recordarla junto a ti.
Me quedé de una sola pieza. Las lágrimas llegaron en tropel a mis ojos, pero aguanté a pie firme. Le agradecí y me dijo que también iba a llamar a mi hermana, que vive fuera del Perú para decirle lo mismo.
Cuando colgué, en lugar de sumirme en la pena, comencé a elaborar pensamientos positivos de los momentos felices que pasé con mi madre, de los momentos felices que ella tuvo, de sus bromas, de cómo festejaba su cumpleaños casi con tono infantil y tirando la casa por la ventana. Así celebró hasta su último cumpleaños.
Contándoles este comienzo de mi día es que marco mi regreso a Columna 17 después de un largo e involuntario silencio. Estoy de vuelta, espero que me hayan extrañado. Y mucho, porque yo sí los he extrañado. Mucho.
Tú estás acá de vuelta, y nosotros de regreso a leerte...
ResponderEliminarLeí tu mensaje y me gustó mucho. Escribes muy bien y me da mucho gusto que hayas retomado tu blog. Lamento que hayas estado estresado y estoy de acuerdo contigo de que el stress es la causa de muchos males por lo que no me sorprende que también influya en el Parkinson.
ResponderEliminarP.D. Descubrí una nueva faceta de tu mami que no conocía: su amor por sus cumpleaños. Tengo lindo recuerdos de ella.
Por ser como eres es que te quiero tantísimo. Hoy tu mamá se movió con mi mamá a mil por hora en ese lugar donde ellas están felices y pude conseguir el permiso municipal que necesitaba para las pulgas que estaba negado.
ResponderEliminarBesos para ti, corazón.
Siempre es bueno leer de nuevo los blogs a los que terminamos acostumbrándonos a leer. Ya estás de vuelta, pues bienvenido de vuelta seas.
ResponderEliminarHola Eduardo:
ResponderEliminarRecibe un gran abrazo de admiración, porque es una gracia enorme saber superar problemas importantes de salud con una pasión inclaudicable como la tuya y con la alegría de vivir que muestras en cada una de tus acciones.
Tras haberte conocido personalmente cuando estuviste en Santiago, doy fe de aquello.
Me alegro por tu retorno "a las letras".
Sí que se te echaba de menos. Me alegro mucho de volver a tenerte por estas tierras blogueras.
ResponderEliminarBesos
Laly