lunes, 16 de septiembre de 2013

Fin del suspenso

Ahora que estoy de vuelta en estos barrios blogueros puedo contarles de qué se trataba ese secretísimo y misterioso proyecto que estos últimos meses me tuvo alejado de Columna 17 y de ustedes, mis queridos amigos y lectores.

Con orgullo pongo en su conocimiento la publicación de mi libro "El párkinson y yo", impecablemente editado por una universidad privada peruana cuyo fundador y personas que prestan sus servicio se han portado conmigo de una manera tan atenta y eficiente que me faltan palabras para agradecerles por su participación en esta aventura.

Se trata de un relato desde mi experiencia como paciente con el mal de Parkinson, con un breve recuento de mi vida con esta condición médica, de mis peripecias cotidianas sazonadas con anécdotas graciosas y de las otras, desde que aparecieron las primeras manifestaciones hasta estos momentos. El libro está escrito en primera persona de una forma franca, y yo diría hasta brutalmente descarnada, con la idea de compartir lo que he ganado en experiencia en estos años en que Mr. Park ha sido mi compañero obligado.

Finalmente, es un libro dirigido a pacientes con párkinson, a las familias y amigos de esos pacientes y al público en general en un lenguaje de fácil comprensión que, espero sea del agrado de todos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La risa, mi remedio infalible

Hace muy pocos días, mi hijo menor me envió un mail que me llevaba a un video con varias recomendaciones para que los que tenemos el mal de Parkinson puedan sentirse mejor. Es un video de un médico que da una serie de recomendaciones que permiten que, sin tomar pastillas, los síntomas propios de esta condición desaparezcan, al menos por un momento.

Como conclusión saqué que había que eliminar el estrés y que la mente es un arma sumamente poderosa capaz de producir estrés, pero también capaz de producir el efecto contrario, es decir, paz y tranquilidad.

Debo confesar que estoy pasando por días de estrés debido a muchos factores, de los cuales el principal son retrasos en el proyecto del que he dado indicios a mis lectores, retrasos que son ajenos a mi responsabilidad y control. Comprenderán que no me siento en capacidad de sentarme a escribir una nueva entrada cuando mi mente está en otro lado. Gracias a los que preguntaron por mí intrigados por mi inusual silencio.

Aplicando las recomendaciones de este doctor, que en realidad pongo en práctica desde hace tiempo por puro instinto y sentido común, en las mañanas me siento frente a la computadora cantando, tarareando melodías que deben estar ocultas en algún recóndito rincón de mi mente, me repito que estoy bien, que las cosas van a salir a pedir de boca, trato de reírme de las cosas más tontas, entre otras pequeñas tácticas. Y puedo decir que la mente puede atraer lo bueno si nos proponemos a pensar solamente en lo bueno.

En esa onda estaba cuando hoy, miércoles 11 de setiembre de 2013 a las 7:30 am, sonó el teléfono. A esa hora ya estoy frente a mi pantalla con vista al mundo aunque no puedo hablar. Aun así contesté y al otro lado de la línea estaba la única prima mayor que yo. Es una prima a la que quiero mucho, es una mujer sumamente valiosa y que siempre ayuda a los demás (orgullosamente puedo decir que estoy entre esos demás) sin dudar con la gran caracterísitica de tener un genio muy fuerte que si fuera niño me haría recordar al cuco. A la vez, es dulce y cariñosa y con los pies bien puestos en la tierra. Una extraña combinación que la convierte en ese ser especial al que quiero tanto.

Bueno, era mi prima y luego de los saludos de rigor me dijo:
- ¿Sabes por qué te llamo?
- No -contesté francamente.
- ¿No sabes? -me replicó, con un tono que me hizo pensar que hoy pasaba algo que yo TENÍA que saber. Mi cabeza giró a mil por hora, pero nada, cero.

Y así se lo confesé, sabiendo que me arriesgaba a una recriminación de su parte, a lo que ella prosiguió:
- Te llamo porque hoy es el cuarto anivesario de la muerte de tu madre y simplemente quería reiterarte mi pesar por su ausencia. Sabes muy bien que a mi tía la quería muchísimo, que era una gran mujer, que siempre la sentí y la siento muy cerca de mí y llamaba para recordarla junto a ti.

Me quedé de una sola pieza. Las lágrimas llegaron en tropel a mis ojos, pero aguanté a pie firme. Le agradecí y me dijo que también iba a llamar a mi hermana, que vive fuera del Perú para decirle lo mismo.

Cuando colgué, en lugar de sumirme en la pena, comencé a elaborar pensamientos positivos de los momentos felices que pasé con mi madre, de los momentos felices que ella tuvo, de sus bromas, de cómo festejaba su cumpleaños casi con tono infantil y tirando la casa por la ventana. Así celebró  hasta su último cumpleaños.

Contándoles este comienzo de mi día es que marco mi regreso a Columna 17 después de un largo e involuntario silencio. Estoy de vuelta, espero que me hayan extrañado. Y mucho, porque yo sí los he extrañado. Mucho.