lunes, 8 de julio de 2013

El enigma de la bolsita

El otro día, estaba yo en casa viendo televisión  una tarde cualquiera. De repente, sonó el timbre de la puerta principal de mi departamento. La niña que me asiste, como es lógico, fue a ver quién era y se demoró un poco más de lo usual.

Cuando finalmente se apareció, tenía una cara de alucinada que despertó mi curiosidad. Los ojos se le salían de las órbitas mientras me decía:
- Doctor, doctor, ¿tiene usted bolsitas de (y me dio el nombre de un autoservicio peruano conocido)?
- Claro que sí, sabes muy bien que es el lugar donde hago las compras de la casa. ¿Por qué?
- Es que afuera hay un joven que está ofreciendo por 10 soles (unos cuatro dólares) y una bolsa de cualquier tamaño de esta tienda un juego de cinco fiambreras bien bonitas.

Hago aquí un alto pues por no querer usar el anglicismo táper (de tupperware) he debido recurrir al diccionario para ver cómo se dice en castellano lo que en el Perú todo el mundo conoce como táper. Como se me ha hecho una mazamorra entre fiambrera, táper y tupper o recipiente con tapa, usen ustedes el término que quieran que para el caso es lo mismo.
- ¿Cómo has dicho? -le pregunté, con la convicción de haberle entendido mal.
- Afuera hay un chico que tiene en venta unos tápers lindísimos, muy elegantes, con todo y tapa, de colores. En una caja vienen cinco, cada uno con su tapa, de diferentes tamaños.

En el Perú, un solo táper mediano puede costar entre 7 y 10 soles. Aquí eran cinco por la tercera parte del precio. Además, ¡¿una bolsa?! Eso no tiene ningún costo, una vez que las traigo a casa, quedan para envolver y botar la basura, previamente clasificada para el respectivo reciclaje, que le dicen.
- A ver, trae los tápers para verlos.

Al cabo de dos minutos regresó con una caja de excelente presentación. La abrí, saqué los tápers uno por uno y comprobé que eran de buena calidad. El vidrio del que estaban hechos se veía bastante resistente, las tapas de plástico cerraban herméticamente y por ahí decían que se podían poner en el microondas. Mi cerebro comenzó a girar a la velocidad de la luz. No entendía el precio relativamente bajo comparado con la calidad del producto, y menos entendía el asunto de la bolsita. Así que dije para mis adentros: si encuentro exactamente un billete de 10 soles, lo compro. Si no, no.

Hurgué en el lugar donde guardo mis billetes y... ¡eureka! Había únicamente billetes de 10 soles. Saqué uno y mientras se lo entregaba a la muchacha, le dije en tono desafiante:
- Ahora pues, busca la bolsita.

Con un sonrisa, sacó su mano, escondida detrás de ella mientras decía triunfante:
- ¡Acá está!

Definitivamente, el cosmos me estaba diciendo algo. Así que me limité a decirle que fuera a pagar.

Al cabo de un minuto, se apareció con la cajita recién comprada y con una sorpresa: un adminículo para guardar zapatos, que se hacía como acordeón, elegantísimo, hecho de una tela gruesa y oscura que forraba algo como madera. Me dijo que el precio era igual: 10 soles y una bolsa del mismo
autoservicio.
- ¡Vade retro! Si me sigues enseñando las cosas que vende este señor, me quedo sin plata... y sin bolsas.

Cosas que pasan un día cualquiera.