lunes, 15 de septiembre de 2014

Paz Millaray, mi nueva nieta

Tengo por fin una nieta. Después de años de estar esperando una mujercita en la familia, pues yo quise tener una niña y tuve cuatro hijos y luego tres nietos seguidos, llegó Paz Millaray la semana pasada.

Paz es hija de mi hijo mayor. Que Taita Dios le dé larga vida.

Por supuesto, como todos ustedes saben, todos están en Chile. Ya habrá ocasión de conocer y abrazar a la pequeña y de volver a ver a mis otros tres nietos.

Recurro a este espacio para compartir mi felicidad de abuelo con todos ustedes.

viernes, 8 de agosto de 2014

Tarde de árboles, ardillas y duendes

El otro día, en una tarde de invierno, salí a pasear al parque que está cerca de la iglesia de Fátima, en Mraflores. Ya había visitado el sagrario cuando a la salida me encontré con este árbol que me pareció hermoso. En realidad, siempre lo veo pero no me había fijado en detalles concretos, como la cantidad de pasajes que su trono forma. Parece un árbol de cuento, donde se esconden gnomos, duendes y demás. Como ven, el árbol hace que la imaginacióm vuele libremente.

El árbol de los duendes
Luego continué mi paseo de vuelta a casa, donde me encontré con una sorpresa.

En un momento, sentí revuelo por encima de cabeza, que provenía de las frondosas ramas de los árboles que pueblan las pocas cuadras que hay entre la iglesia y mi casa. Alcé la vista y alcancé a ver a dos ardillas que corrían veloces, una tras la otra. Fue todo tan rápido que no me dio tiempo a sacar el teléfono para tomarles una foto. Nuevamente, mi imaginación voló y con la imagen del árbol de los duendes todavía fresca en mi recuerdo, las imaginé correteando ruidosamente en el tronco de ese árbol.

Con esa imagen compartida de árboles mágicos, ardillas veloces y duendes regresé a la casa.

Fue un final extraordinario a lo que empezó como una tarde invernal limeña común y corriente.

miércoles, 18 de junio de 2014

Cyrano está de vuelta

Queridos todos:

Heme aquí, aquí heme, como diría un estupendo cómico peruano hace ya algunos años.

Estoy vivo. Permanecí oculto un tiempito, pensando en mí y en los demás. Y he llegado a la conclusión de que no es bueno estar oculto, así que estoy de vuelta, listo para seguir contando mis historias cotidianas, para leer los blogs de mis buenos amigos y de recibir las buenas vibras que siempre son útiles.

Nada más. Cyrano ha regresado.

martes, 4 de marzo de 2014

El perro de la tía Vero

En mi reciente viaje a Chile, a comienzos de febrero, fuimos con la familia a la casa de la tía Vero, que tiene un perro que me recordó mucho al can que mencioné en mi entrada anterior. Era un hermoso animal manso, bueno, grande, de cola muy inquieta, curioso, blanco, en fin, todas las cualidades que hacen que uno quiera darle golpecitos cariñosos en la cabeza a pesar de ser un perro desconocido.

No solamente me hizo pensar en aquel perro visto al azar en una calle limeña semanas antes. También me hizo acordar a mi perro Leo, un pastor alemán que fue mi fiel compañero durante 18 años. Todavía me emociono cuando recuerdo a este querido amigo. En los tiempos de Leo conocí a Pablo, quien sigue siendo mi gran amigo, y que además es criador de perros. Pablo es una de las dos personas que escribieron prólogos para mi libro, El párkinson y yo.

Volviendo a la visita a la tía Vero, fue un día de campo con la familia de mi segundo hijo, un tremendo familión que lo pasó de lo mejor, tres generaciones unidas en una jornada memorable en una casa rural a las afueras de Santiago que nos permitió pasarla muy bien juntos, disfrutar de nuestra compañía mutua y generar recuerdos para las generaciones que recién están creando sus memorias. Por mi parte, nunca olvidaré los afanes de Gladys de recolectar toda la fruta que pudo, para que la suegra de mi hijo pudiera hacer una deliciosa mermelada que después compartió con todos nosotros.

Ese día, escuchando los gritos infantiles, las risas de todos, mirando al perro cuyo nombre he olvidado, tratando de captar hasta el más mínimo detalle de lo que veía, oía, sentía y percibía pensé que la felicidad se trata de eso, de momentos, de instantes que si no los captas se te escapan para siempre. Por eso lo eternizo en esta bitácora, para que ese memorable día quede registrado en palabras escritas, que siempre son más tangibles que los recuerdos que no se comparten.

El día terminó de manera deliciosa, a la altura de las circunstancias: comiendo empanadas y pastel de choclo. ¿Qué más se puede pedir?

Ya desde Lima, hago llegar un saludo a mis amigos blogueros santiaguinos, con lo que esta vez no me pude reunir. Quedará pendiente para una nueva oportunidad. Así lo espero.