lunes, 26 de marzo de 2012

Un regalo insólito

¿No les ha pasado que a veces tienen grandes ganas de escribir y no se les ocurre nada? Yo opto por sentarme frente a la pantalla en blanco para ver si es verdad que estoy falto de temas. Pero siempre me sale algo para compartir con ustedes.

Hoy día me senté frente a la pantalla y ambos estábamos en blanco, hasta que apareció la historia. Les voy a contar sobre algo que pasó hace apenas dos días. Son solamente unas líneas sobre el regalo más insólito que se me ha ocurrido hacer en los últimos años.

Resulta que de todos los amigos médicos que tengo hay uno que es muy especial para mí, pues es el que me efectuó el trasplante de células madre en el cerebro. Las dos veces (y prontito me hago la tercera). Nos conocemos desde que estábamos en el primer año en el colegio.

Aparte de ser alegre, simpático y bonachón, a este amigo le gusta el buen comer (¿a quién no?), por lo que está subidito de peso. A la hora de sentarse a la mesa se coloca en el cuello una servilleta de esas de tela para no mancharse. Hace eso en el lugar donde esté, ya sea en su casa o en los más finos restaurantes, sin importarle el "qué dirán", pues tiene una personalidad arrolladora.

Se me ocurrió entonces mandarle a hacer tres baberos extra large, cada uno con su nombre grabado, como regalo de cumpleaños, que fue la semana pasada. Esa misma tarde que los recibió, me llamó a agradecer tan "útil y ocurrente obsequio" que, por supuesto, ya había inaugurado durante el almuerzo que le habían ofrecido sus compañeros de trabajo.

NOTA: yo ya me mandé a hacer los míos.

martes, 20 de marzo de 2012

Nuevos sinlogismos y preguntas

Ver posts anteriores uno y dos.

¿Por qué todos los principes son azules?

La constancia tiene precio.

El político corrupto es una bala perdida.

El haragán es un malandro de vacaciones.

... pero, ¿por qué no pueden ser rojos?

Eva se comió una palta.

¿Y qué pasó con la serpiente?

Al buen gourmet se le nota en los ojos.

El corazon NO es la caja fuerte del amor.

Las guerras son producto de enanos mentales.

¿De qué universo son las misses?

Nunca la primera de su salón terminó como Miss Algo.

¿Y si la cabra no tirara para el monte?

Edison fue un inventor con luz interna.

El progreso es el arma oculta de los pobres.

Dar, dar, dar hasta que duela (Padre Hurtado, Chile)

¡¡¡Si!!! (Dr. No)

jueves, 8 de marzo de 2012

Todavía existen tarados

Acabo de llegar a la casa y me he sentado frente a la pantalla para contarles lo que nos ha pasado hace más o menos media hora.

Resulta que estábamos, como siempre, los tres amigos del teatro, Escoba, Bacín y Trapo, haciendo unos trámites diversos. Escoba tuvo que bajar en una entidad privada y los otros dos nos quedamos en la camioneta. Como no se podía estacionar en la puerta de la entidad, comenzamos a dar vueltas alrededor de la cuadra haciendo tiempo.

Después de muchas vueltas terminamos mareados, de manera que nos estacionamos en una avenida principal llamada Pablo Carroquirí, en la cuadra 4. Es una avenida amplia, con jardín central, y cuatro carriles en total, dos de ida y dos de vuelta. A pesar de ser amplia, la avenida es muy tranquila porque no pasan muchos autos ni unidades de transporte público. A veces parece que ni siquiera pasa gente caminando.

Para distraernos, tomamos el manual del propierario de la camioneta. Trapo bajó de la camioneta para fumarse un cigarrillo. Se paró en el sardinel y se acodó en la ventana del copiloto en la que yo estaba sentado con la finalidad de revisar juntos el manual, pues he decidido vender la camioneta. Estábamos estacionados en la pista, junto a un jardín en muy mal estado bajo la sombra de una acacia ponciana chica. La sombra nos vino bien porque el sol matutino estaba pegando fuerte.

De repente, de la nada, apareció un sujeto de unos 30 años, aparentemente normal de salud física y psíquica y también parecía inteligente en el idioma castellano, como dicen los notarios. Dirgiéndose a Trapo, le dijo con aire de suficiencia: "por favor retírese de este lugar porque está usted aprovechando la sombra de mi arbolito, que yo riego y cuido. Además, está pisando mi jardín".

Nos quedamos turulatos y patidifusos, nos miramos sin saber si reír o tomarlo en serio. Estiré el cuello para ver si lo que decía el caballero era cierto, pero pude comprobar que Trapo NO estaba parado en el jardín sino en el sardinel. La mejor prueba es que el humo de su cigarro estaba al nivel de mi cara. (Advertencia para Trapo: de nada vale que te bajes del auto para fumar si me vas a tirar el humo en la cara.)

Trapo, de lo más tranquilo y educado, pero sin entender absolutamente nada, al igual que yo, se movió hacia la parte delantera del auto con el manual en la mano y siguió mirando lo que la había pedido buscar. El sujeto lo siguió y le dijo: "ya le dije, señor, mueva su auto porque está usando usted la sombra de mi arbolito".

Trapo le preguntó qué ley le impedía estar a la sombra de un arbolito en plena calle, y agregó, medio tragándose la risa y medio intentando parecer serio: "yo no estoy estacionado en su garaje, estoy en la pista. No entiendo por qué mi amigo, que está algo mal de salud, no puede estar cómodo debajo de la sombra de un árbol. Además, no entiendo a usted qué le puede importar dónde me estaciono yo".

Vinieron dos o tres intercambios similares, donde el tipo insistía que no podíamos usar la sombra de su arbolito y Trapo le decía que no había nada que lo prohibiera y que no se iba a mover de ahí en tanto no lo llamaran por teléfono.

Hasta que al tipo lo salvó la campana, porque Trapo no es de aguantar tanto. Sonó el teléfono: era Escoba diciendo que ya había terminado y que nos esperaba. Así que le avisé a Trapo levantando la voz porque estaba un poco lejos. Y el sujeto se volteó hacia mí y me dijo: "no me grite".

Al final, Trapo me hizo caso, se regresó al volante y partimos. Al hombre lo dejamos parado, hablando solo.

Media cuadra más adelante, reventamos a reír a más no poder. Cuando se lo contamos a Escoba, pensó que exagerábamos. Pero les juro que no es exageración, es verdad. Pasó tal como lo cuento acá.

Hasta ahora me sigo riendo.

Todavía existen tarados.

viernes, 2 de marzo de 2012

A la playa en una silla (tercera parte)

Ver la primera y segunda parte.

Durante la visita a la playa hubo momentos para el recuerdo y otros para el olvido

Como cuando llegamos al grifo (bomba de gasolina o estación de servicios) y la chica que pone el combustible pretendió echarle gasolina de 95 octanos en lugar de Diesel 2 ya que el vehículo es petrolero.

Como cuando no reconocimos el camino a la carretera porque la ciudad ha cambiado mucho debido a las construcciones, al Tren Eléctrico, al Metropolitano (LimaBús). Entre mi hermana y mi cuñado viven fuera desde hace más de 20 años, yo que salgo muy poco (y aunque saliera, esas calles no serían mi recorrido habitual) y Gladys que vive por el lado norte de Lima y que casi acaba de llegar de su Pasco natal no sabíamos por dónde acceder a la Panamericana Sur.

Como cuando mi cuñado paró a pagar el peaje y no le cobraron, por lo que llegamos a la conclusión de que era un trato preferente para turistas y peruanos que casi no salen de su casa. Hasta que descubrimos que la caseta donde se realizaba el cobro estaba un poco más adelante.

Como cuando nos cobraron por concepto de peaje un monto superior al promedio porque la carretera está nuevecita.

Como cuando empezamos a buscar los letreros que anunciaban la velocidad máxima, que tuvimos que admitir que no existían porque nunca los vimos. Así que la fijamos nosotros en 100 kilómetros por hora.
Chicharrón con mote (Foto Wikipedia)
Como cuando estaba loco por tomar desayuno con pan con chicharrón done Doña Paulina, y no encontramos jamás a la tan buscada doña. Tampoco la encontramos al momento de regresar. El pan con chicharrón es una delicia hecha con carne de chancho (cerdo) que se fríe hasta dejarla crocante, al que se le agrega camote frito.

Como cuando al llegar al kilómetro 108 vimos el cartel que decía Asia Bonita y al entrar a la derecha por el camino de tierra, vimos tres bifurcaciones y, como suele suceder, tomamos la equivocada.

Como cuando llegamos al condominio y no encontramos el estacionamiento que nos correspondía ni la casa, pues todas son iguales.

Pollo a la brasa (Foto Wikipedia)
Como cuando descubrimos que todos habían decidido llevar pollo a la brasa, con lo que terminamos con 20 pollos a la brasa diferentes (sin exagerar). Por eso comimos pollo a la brasa todos los dias y encima yo me traje a la casa lo que sobró.

Como cuando la primera noche casi todos se pusieron a jugar  naipes un juego que se llama buraco, del cual yo no entendía nada. Me sentía viendo televisión en 3D.

Como cuando se me complicaba enormemente acomodarme en la cama. Como eran camarotes, la escalera para subir a la litera de arriba le "robaba" espacio a la litera de abajo, que era la mía. Así que tenía que doblarme al estilo de la Mujer Elástica.

Como cuando llegaron Julio y Francisco, los pequeños hijos de mi sobrina, a su vez nietos de Daly y Alfredo. Son unos niños muy simpáticos, pero pequeños huracanes al fin y al cabo, como todo niño. Felizmente Raúl se quedó e hizo las veces de nana para ambos niños. Ese inquieto par de niños son un amor, inquietos, pero educados, obedientes. Parecían de otro planeta.

Como cuando le vino un terrible dolor de pierna a Daly que no la dejaba moverse y que la obligó a regresarse al día siguiente, cinco días antes de lo previsto. Primera baja en el equipo.

Como cuando hubo dos broncas políticas. La primera fue entre Clara y Alfredo. La segunda se dio al día siguiente, entre Clara y mi cuñado. Me constituí como árbitro de la segunda. En ambos episodios, la cosa terminó de la manera más cordial.

Como cuando a Javier lo llamaron de su trabajo a los dos días que se fueron Daly y Alfredo y también tuvo que irse antes de lo previsto. Segunda baja en el equipo.

Como cuando mi hermana y mi cuñado se levantaban a las seis de la mañana (lo que me consta porque yo ya estaba despierto) para hacer su caminata diaria de una hora a lo largo del malecón. Es una costumbre que tienen desde hace tiempo y que practican también en California, donde viven.

Como cuando salíamos a pasear la mayor parte del equipo y contemplábamos unas puestas de sol que hacían unos dibujos maravillosos en las nubes. Ahí estábamos como niños, buscando las "formas y personajes" que se formaban.


Y con esta puesta de sol doy fin a la trilogía de "A la playa en una silla". Gracias a mi hermana y mi cuñado, a los parientes cercanos y a los amigos por los lindos días que pasamos juntos y que me significaron un escape a la rutina diaria.