Este post es parte de la serie Recuerdos.
Como les contaba hace poco en un post previo, dentro de muy poco tiempo cumpliré 62 añitos, y me asaltan una serie de recuerdos de una vida bien llevada.
Hace pocos días tuvimos que ir a recoger un encargo y mi amigo Manolón se estacionó a pocos metros de la casa que fue de mi mamá, dondo vivió gran parte de su vida (unos 60 años). En esa casa viví yo desde que tenía 4 años, hasta los 28 cuando me casé con una magnífica mujer chilena que había efectuado sus estudios aquí en Lima.
Cuando murió mi mamá, hace poco menos de dos años, mi hermana y yo decidimos vender la casa que había cobijado nuestros más íntimos secretos y nuestros juegos de niños. Mientras esperaba a que Manuel volviera, me pasaron por la cabeza recuerdos de mi niñez y alocada juventud. No sé qué pueden haberle hecho los nuevos propietarios a la casa por dentro, pero por fuera está exacta a como la dejamos.
Ahí están sus 20 ventanitas en el frontis, donde mi madre ponía igual número de macetitas con flores, que por dentro daban al comedor. Era en realidad una fiesta de colores. Luego la sala, que tiene una chimenea que prendíamos en invierno, y junto al fuego los juegos y conversaciones se hacían interminables. Mi papá nos había mandado a hacer unos palitos de fierro de unos 80 cm de largo con mango de madera para asar marshmellows al fuego. El tipo era un genio de la inventiva. Ya les contaré de él más adelante.
La chimenea estaba en la sala, que daba a un jardín muy bien cuidado por mi madre y más atrás el departamento que mi mamá le construyó a mi hijo mayor, Paulo César.
Ahí estaba yo sentado en el auto mientras Manolón se fue a comprar, recordando, soñando despierto, mientras veía pasar algunas conocidas caras, eternas embajadoras del barrio que, al reconocernos, nos saludamos con una pequeña venia. La calle, las caras, los árboles, la fachada de la casa que seguramente pasará a ser un enorme y lujoso edificio.
Todo ahí como una postal. Todo, menos mi madre, que se ponía afuera en la puerta a esperar día a día que yo llegara del colegio, y hasta que tuve 60 años, pues me esperaba en el mismo lugar cada vez que la llamaba para avisarle que iba a visitarla. Recuerdos...
Y siguió con un concierto
Hace 5 semanas
Me gustó leeerte, tu casa también está llena de bellos recuerdos para mi.
ResponderEliminarMe pasa lo mismo con mi casa de niñez, la que veo en mis sueños: está llena de recuerdos, buenos y de los otros. Eso quiere decir que dentro de aquellas paredes, hubo vida.
ResponderEliminarNosotros vivíamos a la vuelta en Colina 361; me acuerdo de todo eso y de los dos canes pastores alemanes que tenían...Leo y "canis" si no me falla la memoria....
ResponderEliminar¡Qué linda entrada, Cyrano! tan nostálgica que se siente hasta acá los sentimientos que la inspiraron.
ResponderEliminarSaludos
Polly:gracias prima por leerme.
ResponderEliminarCesar sama:Arigato,la perra pastor aleman se llamaba Chany el perro se llamaba Leo y nada mas pues esa es otra historia..,
Alemama:gracias por tu lindo
comentario
Gabriela. Si las paredes hablaran...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYo por otro lado tengo problemas al ubicar la casa de niñez. Hubo muchas. De entre todos los recuerdos, resalta la casa de kontiki. Más que la casa, el barrio, la gente, que aunque con caras y nombres borrosos, permanecen en la memoria.
ResponderEliminarQue lindos recuerdos.
ResponderEliminarLalo: si hijo, de esa época en que me metí en la política cuando nos teníamos que cambiar de casa a cada rato, la que más recuerdo también es la de Kontiki.
ResponderEliminarUn abrazo de aquellos. Saludos a Cathy y al nieto Juan Pablo.
Rocío: si hermana, lindos recuerdos. No se vale ponerse triste.
Que bonitos recuerdos, que buen gusto tenía tu mami para decorarla. Ya todas las casas en Miraflores las están demoliendo para hacer edificios, la casa de mis abuelitos en la calle Independencia ya está completamente en el suelo. Unos meses antes de venderse le tomé fotos a todos los cuartos de la casa, también la fachada, claro que la casa ya estaba sin muebles ya que mi abuela murió hace muchos años y los muebles fueron repartidos, regalados etc. Al principio sentía el alma de mis abuelos en la casa, pero pasado un tiempo era como si se hubieran ido, ya la casa era fría, triste.
ResponderEliminarQuerida Lía: creo que así nos pasa a todos. Por eso hay que saber manejar los recuerdos, porque si no puedes entrar en una depre de la Madonna.
ResponderEliminarA veces hay motivos de sobra para que nos pongamos nostálgicos.
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