No salía a la calle por vergüenza. Llega el momento en que no te puedes duchar, no puedes lavarte las manos, los dientes. No puedes vestirte solo por el temblor que se apodera de ti. No puedes comer, ni siquiera puedes hacer las cosas más sencillas. Una micrografía te atraviesa las manos. Es decir, tu letra es cada día más pequeña. Te vuelves un inútil frente a la computadora. Te quedas pegado a las letras y escribes más o menos asiiiiiiiiiiiii. Entonces el tiemppppppoooooooo en el teclado essssssssssss eterno pueues tienes que esccribir y borrar lA S LEATRAS. NO CONTROLASel tecado. Es así como escribo hasta ahora, por eso es que tengo que pasarme horas corrigiendo. La falta de control en las manos es fatal. Un día, y esto es para reírse a mares, me clavé el helado en la oreja ante la vista de los clientes de la heladería....
Hasta que llega la idea, la fatal idea, la que crees que te liberará de tanto tormento: la autoeliminación. Pero, vamos, sin eufemismos: el suicidio.
EL PLAN
Como soy diabético y me pongo insulina en la mañana y en la noche, concebí el plan que yo creí perfecto para matarme sin pasar por la vergüenza ante los demás, sobre todo mis hijos. Porque fracamente ya estaba cansado. Muy cansado por todo y por las burlas de gente sin escrúpulos a quienes de hecho no les importaba por lo que estaba pasando. Algunos y algunas muy cercanos a mí pensaban (y me lo decían) que yo estaba inventando los síntomas para atraer la atención. Como si yo fuera tan idiota de llegar al punto de provocar mis propias caídas, de hacer que otro me diera de comer y de dejar que un tercero se encargara de mi higiene personal, entre otras cosas, solamente para llamar la atención.
Esta situación se convirtió también en una verdadera tortura sicológica.
El plan era el siguiente: ponerme una superdosis de insulina y así producirme una hipoglucemia de la que no me sacaba nadie. Fue entonces que un día tomé la jeringa y le puse 100 unidades del líquido en mención. Cuando llego la hora de administrármela, de un momento a otro me volvió la cordura. Pensé en las consecuencias que esta cobarde actitud ocasionaría y, en una reacción llena de rabia, tiré la jeringa lo más lejos posible, con lo que alejé la idea de la muerte como solución a mi desesperación.
Ahí fue que me di cuenta de que tenía que aceptar mi situación y, dentro de ella, reconciliarme con la vida. Para eso me esperaban tiempos muy difíciles, pero que ahora, vistos a la distancia, valieron la pena.
Hasta el próximo post.
No sabría decir si cobarde es la manera correcta de calificar tu idea. Hay que estar en el pellejo de quien sufre para saber todo lo que se sufre. No debe ser nada fácil llegar a un punto tal de desesperación que se rompe el más elemental instinto de todo ser vivo: la supervivencia.
ResponderEliminarHola Cyrano:
ResponderEliminarMe pongo en tu caso y dudo que en situación semejante yo hubiera tenido pensamientos distintos.
Al leer la forma en que escribes antes de las "correcciones" pienso que el hecho que tengas un blog y que a la vez nos informes tan didácticamente acerca de los efectos del Parkinson, demuestra de qué forma has superado los tiempos sin ánimo.
Un abrazo y te reitero mi admiración.
Complicado tema en verdad, a veces es como hacer una salsa de tantos ingredientes que al final ninguno de ellos prevalece ante el resto y finalmente el sabor a todo termina por saber a nada... Poniéndome en el lugar imagino que no tendría la valentía de tirar a un lado la mega dosis de insulina, te agradezco en verdad tener la valentía y el coraje para vivir con todo lo que eso implica. ¿Sabes viejo? En el fondo creo que somos muy parecidos, y tal vez por eso tenemos esa extraña relación de querernos a la distancia, como un espejo que asusta cuando en una de esas termina por reflejar el alma. Aunque me dio un poco de pena leerte un poco depre te digo también que de alguna manera parece estar haciéndote bien escribir esta columna desenmascarado, arriba el animo viejo, y aunque la cuesta sea empinada y a veces mucho mas empinada de lo que uno quisiera hay que seguir poniéndole ganas, uno nunca sabe que puede pasar después...
ResponderEliminarGabriela: gracias por tu comptrension .
ResponderEliminarEsteban:O les ofrecia a los lectores un trabajo sin correciones o me tomaba el tiempo de corregir.
Opte por las segunda propuesta porque uds se nmerecen un trabajolimpio y bien hecho
Paulo Cesar:Gracias por leer y co
mentar el block del viejo,lo importante es que yo estoy bien ahora.Te quiero mucho hijo, no sabes cuanto te extraño.
Muy triste condición es la dependencia, pero hay quienes te quieren así y no es justo hacerles ese flaco favor del que se sentirán culpables sin serlo.
ResponderEliminarAcabo de subir un post en que cuento de un suicida bastante cercano que enterramos esta semana. Tenía 25.
Confía en Dios, también. Su gracia no te faltará. Si te da la carga, te da la fuerza.
Saludos animosos.
Sigo escuchando Cyrano...
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