viernes, 25 de mayo de 2012

A propósito de Pejerrey... lo mío era Chincha

Leyendo una muy tierna y (como todas) magnífica entrada de AleMamá, sobre un lugar llamado Pejerrey donde pasaba parte de su infancia, recordé un lugar donde yo pasaba la mía. Queda a unos 200 kilómetros al sur de Lima: la ciudad de Chincha (cuna de campeones y de morenas estupendas). En Chincha nació mi mamá y sus tres hermanas, por lo que cada vez que íbamos era el gran encuentro con la familia de mi madre y primos a los que recién conocíamos, tíos de verdad y tíos de cariño. Nos alojábamos ya fuera en el fundo llamado Hijaya del tío Felipe o en el fundo del tío Ernesto, que se llamaba Chamberí.

Lo maravilloso de Chamberí era que estaba ubicado frente al mar. ¿Se imaginan ustedes por un frente cientos de hectáreas de uva y algodón y por el otro, el Océano Pacífico? Montábamos a caballo más o menos una docena de "primos". A mí siempre me daban uno que se llamaba Emir.

Íbamos con la ropa de baño puesta, porque cabalgábamos a la orilla del mar y nos mojábamos con las salpicaduras que caían aleatoriamente con el paso de los caballos. Era la sensación más agradable que se pueden imaginar: chispas de agua de mar cayendo sobre nuestros cuerpos, consecuencia de los galopes de los caballos. Ahí no era como en Lima, chicos y chicas íbamos juntos. En Lima íbamos separados, nosotros por un lado, en lo nuestro, y ellas por otro, en lo suyo.

Como no llegaba la señal del único canal que se veía en Lima, no había televisión. Por lo tanto, en la noche jugábamos, entre otras cosas, a la botella borracha, esperando el beso de la chica que más nos gustaba. O sino, nos íbamos a la ciudad, a la Plaza de Armas, que era el punto de encuentro a partir de las 6 de la tarde. Ahí estábamos, ataviados con nuestras mejores fachas, dando vueltas como trompo alrededor de la glorieta que ahí había.

Los carnavales eran divertidísimos. Siempre hombres contra mujeres. Terminábamos mojados de arriba a abajo, teñidos de harina y betún de zapatos. Todo mientras una banda de músicos animaba el ambiente. Por las noches, los desfiles de disfraces eran la ocasión para los concursos entre las familias. Aquí la cosa se ponía más seria, pues eran los padres los que también competían en el concurso de disfraces.

Acá me tienen, con un disfraz hecho por mi padre, en una vieja casona chinchana, listo para salir al desfile de disfraces a la Plaza de Armas. Foto de mi archivo personal.
En fin, días de vino y rosas. De globos y confetti. De caballos y mar. De botellas borrachas y besos no recibidos. Se terminaban las vacaciones y los visitantes tomaban sus autos y, en caravana, nos regresábamos a Lima.

17 comentarios:

  1. Cyrano, gracias por tu hermosa mención a mi post de Pejerrey.

    El tuyo está muy lindo, con esa tinta de añoranzas y recuerdos de sitios, personas, cosas y modos que ya se fueron, pero que dejaron huella.

    También yo cabalgaba algo en el campo de mis primos en el "potrón bayo", un jamelgo que por lo menos tenía paciencia y no nos botaba de su lomo.

    Has hecho una bella estampa de las cabalgatas en la playa y del espectáculo de los campos por un lado y por otro nuestro Pacífico común.

    Eras muy lindo cuando pequeño. Pienso que no lo perdiste al crecer, y las niñas deben haberse quedado esperando algún beso tuyo también.

    Saludos, coetáneo.

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    1. Querida AleMamá: apenas leí tu entrada, recordé mis momentos en Chincha. Gracias por haberme hecho regresar a momentos felices de mi niñez.

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  2. Pero que fotos para más maravillosas...hermoso niño!

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    1. Pollita querida: la foto era para que apreciaran el disfraz, no al niño. Pero en fin, si tú lo dices...

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  3. Definitivamente, pasabas vacaciones inolvidables. Así, ¿quién iba a querer regresar al colegio?

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    1. Estimada Gabriela: no solamente eran las vacaciones. También aprovechábamos los fines de semana largos. Evidentemente, nadie quería regresar al colegio.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. ¡Qué imágenes has descrito! Os he visto en esa playa y dando vueltas en la Plaza de Armas.
    ¡Qué recuerdos y que sensación de libertad!
    Y qué bonito niño! Seguro que después recibió más besos que los que se quedaría esperando...

    Yo vivía unas vacaciones similares cuando íbamos a Almería a visitar a la familia que venía de Francia. Todos nos reuníamos en torno a la casa de la tía Dolores y mis padres me dejaban salir sola con los primos. ¡Qué mayor me sentía!


    Un beso

    Laly

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    1. Estimada Laly: la sensación de cabalgar al lado del mar es indescriptible. Y gracias por lo de bonito niño, hoy bastante cambiado por el simple paso de los años, ja, ja.
      A propósito, si hubo muchos besos de vuelta.

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  6. Excelente post lleno de recuerdos...

    Me encantó.

    Me contará tocar mis historias de niño comelón.

    Saludos

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    1. Querido amigo: ¿No será "me tocará contar..."? Parece que un duende se metió a tu ordenador. JE, JE.
      Estoy ansioso por leer esas historias de niño comelón.

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  7. Que divino recordar esas épocas cuando los problemas no existían y lo peor que te podía pasar es que el disfraz que te endilgaban no era de tu gusto, a diferencia mía tu padre siempre fue ingenioso. Lindo recordar. Besitos te quiero siempre.

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  8. Me encantaria tener recuerdos asi de bonitos de mis vacaciones. Lo mío era bastante más monótono: televisión, juegos de barrio y poco más.
    Gracias por compartir esos recuerdos con los lectores.

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    1. Bienvenido Anonimo, estoy seguro de que tu tambien tienes lindos recuerdos de infancia que compartir.

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  9. Qué lindos recuerdos, y las fotos... geniales. Estabas muy lindo.
    Un abrazo

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  10. Que lindo niño eras primacho! (los ojos son López jaja) Te contaré que no te pude leer antes, he estado muy grave de Un abrazo.

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