jueves, 26 de abril de 2012

Estimado amigo

Estimado amigo:

Luego de 50 años logro saber de ti. Tiempo suficiente para olvidar, pero las cosas que te marcan la vida no se olvidan y debo confesarte que tú y tu familia marcaron mi vida de tal manera que no te olvidado en todo este tiempo. Fuiste mi hermano mayor con la ventaja, para mí, de que eras mi vecino.

Me llevabas un poco más de años y debo confesarte que ese detalle no fue un muro para consolidar nuestra amistad.

Como tu casa y la mía eran colindantes, yo paraba en tu casa, mañana, tarde y noche junto con tus dos hermanas, que nunca entendí por qué no fueron amigas de la mía.

Ir a tu casa significaba escuchar por la radio las aventuras de Tamacum, el niño de la selva. También era alistar nuestras brochitas empapadas en querosene que pasábamos en hojas escogidas al azar de los libros de la biblioteca de tu papá, distinguidísimo abogado, para protegerlos de las voraces polillas. En eso nos pasábamos horas porque la biblioteca era enorme, por lo menos así la veía con mis ojos de niño. Significaba también leer Billiken y Vidas ejemplares, la revista con biografías de personajes famosos. Ahí aprendí quiénes fueron San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola y demás. Tu colección de estas biografías era tan grande que si los apilábamos del piso al techo, tranquilamente llegaba hasta el techo de una antigua casa miraflorina. Es decir, una casa con techos altos.

Recuerdos que dejan marcada el alma cuando uno es niño.

Así es, amigo, después de más de 50 años te voy a volver a ver gracias a esto que yo llamo diosidencias. En circunstancias en que una joven dama buscaba un departamento para alojar a sus papás que vienen a Lima para acompañarla cuando ella dé a luz a su segundo bebé, encontró un aviso en Internet, uno entre cientos y quizá miles. Quiso ver el departamento anunciado, lo vio, le gustó. Se lo describió a sus papás, les gustó. Pidió los documentos para formalizar la operación y... sorpresa, viste ahí un nombre conocido. Mi nombre. Y no vacilaste en encontrar la manera de contactarte conmigo, lo que te agradezco.

Quise usar esta historia para una entrada de mi blog con la finalidad de que los amigos del ciberespacio compartan la alegría que me da haberte encontrado. Y para compartir con ellos a través de esta carta que sí existen amigos de toda la vida.

Dentro de nada nos estaremos dando el abrazo de saludo, seguido de "como decíamos ayer" para seguir con la charla que interrumpimos hace apenas 50 años.

Con un fuerte abrazo,

jueves, 12 de abril de 2012

Pronunciamiento

Lo veníamos diciendo, en algunas entradas pasadas: Sendero Luminoso no ha desaparecido. Sigue ahí, enquistado como lapas en una zona bastante amplia en nuestro territorio, donde la pobreza es endémica, donde comer es un lujo reservado solamente para los que tienen. No neguemos que acá en Latinoamérica hay pobreza extrema, y más que extrema también yo diria pobreza pauperrima

Aprovechando esa situación, Sendero Luminoso ha tomado posesión de una parte del territorio peruano. Utilizando la riqueza cocalera de la zona llamada VRAE (siglas de valles de los ríos Apurímac y Ene) no solamente se ha convertido en cancerbero de los cocaleros que trafican ilícitamente sus productos, sino que también están tomando acciones políticas, como antaño.

Hace muy pocos días, secuestraron a 36 trabajadores del proyecto Camisea, destinado a traer gas natural a todo el Perú. Sendero Luminoso pretende sentarse en una mesa de negociación a conversar con las legítimas autoridades peruanas.

Eso es inadmisible. La negociación con terroristas, no con levantados en armas, como dicen algunos desinformados, no debe aceptarse desde ningún punto de vista.

En mi vida política, fui víctima de doce atentados, tanto dirigidos a mí directamente como a mi familia. Desde el puesto de combate distinto en el que estoy ahora, debido a circunstancias de la vida, y con los atentados que cargo a la espalda, digo tajantemente: con los terroristas no se negocia... jamás. Ya basta de que los medios les den tantas columnas y tanta tinta, pues es lo único que buscan estos malandrines es: pantalla y notoriedad.

A continuación, unos mapas con detalles para que tengan una idea de las zonas a las que me refiero en esta entrada.

Fuente de la imagen: Política Internacional.
Ubicación del Perú en Sudamérica.

Mapa del Perú, donde se puede apreciar los departamentos en los que se divide el país.

La zona marcada es el VRAE.

lunes, 2 de abril de 2012

Una hora en la oscuridad

La noche del sábado 31, a las 8:30 pm, cuando se iniciaba el apagón de una hora con el propósito de tratar de llamar la atención sobre el consumo de energía en el planeta, puse mi granito de arena apagando todas las luces de mi casa.

A los pocos minutos, cuando ya todo estuvo a oscuras, sentí que faltaba algo. Era un algo que nos hacía compañía a todos los peruanos en tiempos en que el terrorismo hacía de las suyas en el país, provocando apagones, sembrando bombas por doquier, asesinando a inocentes niños y ciudadanos de todas las edades. La cosa se puso peor en tiempos en que yo me fui a Chile, país que me acogió como perseguido político, con un gran cariño.

Los que se quedaron, se quedaron también con ese algo que me hizo falta la noche del apagón voluntario de la Hora del Planeta. Descubrí que lo que me hacía falta era una voz tranquilizadora, pausada, serena que acompañaba a las personas que estaban sumidas en una oscuridad que nadie sabía cuánto iba a durar. Eran tiempos en que no había celulares y muchos peruanos usaban esa voz como intermediario para avisar en sus casas que estaban bien. Por ejemplo, la señora Victoria, que por circunstancias X estaba en el distrito limeño de Independencia, a través de la radio decía a su famlia en el distrito limeño de Miraflores que estaba bien.

Era una voz tan tranquilizadora que todos nos olvidábamos del miedo y de que había bombas estallando por doquier. La voz de un chileno que radica en el Perú desde hace más de 35 años, periodista de la vieja escuela. La voz de Miguel Humberto Aguirre. La voz de Mihua. uno se pasaba las horas escuchándolo, con la esperanza de que no nos iba a pasar nada, porque él así lo decía.

Bueno, la noche del sábado último me hiciste falta, Miguel Humberto. Pues la oscuridad me hizo acordar esos momentos tan tensos, tan angustiosos que ojalá no regresen nunca. Y para que no regresen nunca, debemos contarles a nuestros jóvenes cómo vivimos esos días, cómo lo vivieron nuestros hermanos en las serranías de nuestro Perú. No para escarbar en las heridas, sino para conocer el pasado y así evitar que regresen en el futuro. Porque todo país que no se acuerda de su pasado, está condenado a repetirlo.

En buena cuenta, lo que me faltó ese día de oscuridad voluntaria fue la voz compañera de Miguel Humberto Aguirre.

Desde esta pequeña columna, te quiero agradecer Mihua, en nombre de tanta gente a quien le hiciste tanto bien, con tus frases alentadoras y esperanzadoras, en momentos oscuros e inciertos. ¡Gracias Mihua!