La soledad no se hace tan sola cuando uno la pasa bien.
El dia anterior había recibido un emilio (una de las formas de decir e-mail) de mis primas que decía más o menos así: "las dos estamos en Lima y queremos visitarte. Dinos cuáles son tus mejores horas para ir a tu casa". Como las pastillas para el Parkinson me ponen como si no tuviera nada entre las 8:00 y 9:30 de la mañana, les contesté que podían venir a tomarse un desayunito a las ocho "cualquiera de estos días". Y me despreocupé del tema.
La verdad pensé que sería una hora dificilísima para las tres hermanas (una vive en Lima, otra en Canadá y la tercera en EEUU). Al día siguiente, como todos los días, a las 7:30 am. encendí la computadora y me encontré con un mensaje que me dejó frío "...espéranos hoy para un desayunito a las ocho...".
Se me cayeron los pantalones del susto, no había preparado nada para las tres lindas damas que venían a visitarme. Además, no había siquiera quién les abriera la puerta, pues la enfermera me deja en una silla fija, y me quedo solo como hora y media en que viene la chica que trabaja en mi casa, que dicho sea de paso es muy colaboradora y eficiente.
Pensé: "no te preocupes, no van a venir. Es imposible que vengan". No había terminado de pensarlo, cuando escuché el timbre de la puerta. Entró Víctor, el encargado del edificio donde vivo y que tiene llave de la puerta para cualquier emergencia, quien me dice: "doctor, tiene usted visita...".
La pasamos estupendo, entre risas, recuerdos, fotos, preguntas, respuestas, más fotos, tour por todo el departamento comentarios, no chismes... En fin, estoy segurísimo de que pasamos un momento feliz... ¡Y hasta hubo desayuno!
Mil gracias queridísimas primas por tan linda visita. Ojalá que se repita...
Y siguió con un concierto
Hace 2 meses