El árbol de los duendes |
En un momento, sentí revuelo por encima de cabeza, que provenía de las frondosas ramas de los árboles que pueblan las pocas cuadras que hay entre la iglesia y mi casa. Alcé la vista y alcancé a ver a dos ardillas que corrían veloces, una tras la otra. Fue todo tan rápido que no me dio tiempo a sacar el teléfono para tomarles una foto. Nuevamente, mi imaginación voló y con la imagen del árbol de los duendes todavía fresca en mi recuerdo, las imaginé correteando ruidosamente en el tronco de ese árbol.
Con esa imagen compartida de árboles mágicos, ardillas veloces y duendes regresé a la casa.
Fue un final extraordinario a lo que empezó como una tarde invernal limeña común y corriente.