Pasó la Navidad y el Año Nuevo. Pasó el gran despelote que se vive en esos días de maravillosa locura, en que por medio de un proceso mágico, la gente decide ser persona con una sonrisa dibujada, y así van y vienen. Son días en que todos han decidido ser buenos -caminando rapido de aquí para allá sin rumbo concreto.
Días de cosas raras. Por ejemplo, muchos pavos preocupados pues intuyeron su pronta muerte para servir de especial potaje el 24 en la noche. Días de arrepentimiento y reconciliación, de promesas de novio, de aquellas que no se cumplen... Caras raras por algún regalo que no gustó, caritas felices porque llegó el juguete anhelado, caritas de las tristes por aquel ansiado juguete que nunca llegó...
Fiestas que evolucionan con los tiempos. Fiestas donde los saludos se despersonalizan. ¿Han notado cómo llegan menos tarjetas reales, de las de verdad, dirigidas a ti, con tu nombre puesto en el sobre, e incluso manuscritas? Cada una de ellas tenia su lugar en el sitio que se reservaba para las tarjetas cada diciembre: la sala de la casa, la chimenea, la ventana repletas de mensajes de buena voluntad. Te hacían sentir querido, presente en el corazón de las personas amigas y de tu familia.
Ahora, los saludos son a través de la blogósfera. Un solo saludo virtual para todos los demás, frío, redactado de tal manera que el mismo texto exacto, tal cual, se puede dirigir a muchas personas a la vez. Un saludo calculador, carente del afecto y la sensibilidad que contenían las tarjetas de antes.
En buena cuenta, días que con el tiempo pasarán al olvido.
Mientras tanto, sin mirar hacia atrás y con los ojos puestos en el futuro lleno de esperanza, de amor, de consuelo, de solidaridad y de tiempos mejores para todos, renovemos nuestros sentimientos de amor hacia el prójimo que, a fin de cuentas, es el mensaje que nos trajo el Olvidado Dueño del Cumpleaños. Y que ese Mar de la Tranquilidad que supone el fin del bullicio decembrino prospere en nuestras almas y corazones.
Que así sea.
Días de cosas raras. Por ejemplo, muchos pavos preocupados pues intuyeron su pronta muerte para servir de especial potaje el 24 en la noche. Días de arrepentimiento y reconciliación, de promesas de novio, de aquellas que no se cumplen... Caras raras por algún regalo que no gustó, caritas felices porque llegó el juguete anhelado, caritas de las tristes por aquel ansiado juguete que nunca llegó...
Fiestas que evolucionan con los tiempos. Fiestas donde los saludos se despersonalizan. ¿Han notado cómo llegan menos tarjetas reales, de las de verdad, dirigidas a ti, con tu nombre puesto en el sobre, e incluso manuscritas? Cada una de ellas tenia su lugar en el sitio que se reservaba para las tarjetas cada diciembre: la sala de la casa, la chimenea, la ventana repletas de mensajes de buena voluntad. Te hacían sentir querido, presente en el corazón de las personas amigas y de tu familia.
Ahora, los saludos son a través de la blogósfera. Un solo saludo virtual para todos los demás, frío, redactado de tal manera que el mismo texto exacto, tal cual, se puede dirigir a muchas personas a la vez. Un saludo calculador, carente del afecto y la sensibilidad que contenían las tarjetas de antes.
En buena cuenta, días que con el tiempo pasarán al olvido.
Mientras tanto, sin mirar hacia atrás y con los ojos puestos en el futuro lleno de esperanza, de amor, de consuelo, de solidaridad y de tiempos mejores para todos, renovemos nuestros sentimientos de amor hacia el prójimo que, a fin de cuentas, es el mensaje que nos trajo el Olvidado Dueño del Cumpleaños. Y que ese Mar de la Tranquilidad que supone el fin del bullicio decembrino prospere en nuestras almas y corazones.
Que así sea.