jueves, 20 de diciembre de 2012

Felices fiestas con un regalo muy especial

Para mis amigos del ciberespacio y mis muy apreciados lectores, reproduzco un artículo de Gabriel García Márquez, que tomo de El Espectador. Espero que estas palabras les gusten tanto como a mí y que sea mi regalo virtual para todos.

¡Feliz Navidad y un 2013 realmente fantástico!

Nota: me tomaré algunos días  de descanso, así que mi próxima entrada, si Dios quiere,  será en enero de 2013 (si el 21 de diciembre nos lo permite, je, je).
Estas navidades siniestras
 Hay tantos estruendos de cornetas y fuegos de artificio, tantas guirnaldas de focos de colores, tantos pavos inocentes degollados y tantas angustias de plata para quedar bien por encima de nuestros recursos reales, que uno se pregunta si a alguien le queda un instante para darse cuenta de que semejante despelote es para celebrar el cumpleaños de un niño que nació hace dos mil años en una caballeriza de miseria, a poca distancia de donde había nacido, unos mil años antes, el rey David; 954 millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero mucho lo celebran como si en realidad no lo creyeran. Lo celebran además muchos millones que no lo han creído nunca, pero les gusta la parranda, y muchos otros que estarían dispuestos a voltear el mundo para que nadie lo siguiera creyendo. Sería interesante averiguar cuántos de ellos creen también en el fondo de su alma que la Navidad de ahora es una fiesta abominable. Y no se atreven a decirlo por un prejuicio que ya no es religioso sino social.

Lo más grave de todo es el desastre cultural que estas navidades pervertidas están causando en América Latina. Antes, cuando sólo teníamos costumbres heredadas de España, los pesebres domésticos eran prodigios de la imaginación familiar. El Niño Dios era más grande que el buey, las casitas encaramadas en las colinas eran más pequeñas que la virgen y nadie se fijaba en anacronismos: el paisaje de Belén era completado con un tren de cuerda, con un pato de peluche más grande que un león que nadaba en el espejo de la sala, o con un agente de tránsito que dirigía un rebaño de corderos en una esquina de Jerusalén. Encima de todo se ponía una estrella de papel dorado con una bombilla en el centro y un rayo de seda amarilla que había de indicar a los reyes magos el camino de salvación. El resultado era más bien feo, pero se parecía a nosotros y desde luego era mejor que tantos cuadros primitivos mal copiados del aduanero Rousseau.

La mistificación empezó con la costumbre de que los juguetes no los trajeran los reyes magos —como sucede en España con toda razón— sino el Niño Dios. Los niños nos acostábamos más temprano para que los regalos llegan pronto y éramos felices oyendo las mentiras poéticas de los adultos. Sin embargo, yo no tenía más de cinco años cuando alguien en mi casa decidió que ya era tiempo de revelarme la verdad. Fue una desilusión, no sólo porque yo creía de veras que era el Niño Dios quien traía los juguetes, sino también porque habría querido seguir creyéndolo. Además, por pura lógica de adulto, pensé entonces que los otros misterios católicos eran inventados por los padres para entretener a los niños y me quedé en el limbo. Aquel día —como decían los maestros jesuitas en la escuela primaria— perdería la inocencia. Pues descubrí que tampoco a los niños los traían las cigüeñas de París, que es algo que todavía me gustaría seguir creyendo para pensar más en el amor y menos en la píldora.

Todo aquello cambió en los últimos treinta años, mediante una operación comercial de proporciones mundiales que es al mismo tiempo una desgastadora agresión cultural. El Niño Dios fue destronado por el Santa Claus de los gringos y los ingleses, que es el mismo Papá Noel de los franceses, y a quienes conocemos demasiado. Nos llegó con todo: el trineo tirado por un alce y el abeto cargado de juguetes bajo una fantástica tempestad de nieve. En realidad, este usurpador de nariz de cervecero no es otro que el buen San Nicolás, un santo al que yo quiero mucho porque es el de mi abuelo el coronel, pero que no tiene nada que ver con la Navidad, y mucho menos con la Nochebuena tropical de América Latina. En la leyenda nórdica, San Nicolás construyó y revivió a varios escolares que un oso había descuartizado en la nieve y por eso le proclamaron el patrón de los niños. Pero su fiesta se celebra el 6 de diciembre y no el 25. La leyenda se volvió institucional en las provincias germánicas del norte a fines del siglo XVIII, junto con el árbol de los juguetes, y hace poco más de cien años pasó a Gran Bretaña y a Francia.

Luego pasó a Estados Unidos y éstos nos lo mandaron para América Latina, con toda una cultura de contrabando: la nieve artificial, las candilejas de colores, el pavo relleno y estos quince días de consumismo frenético a los que muy pocos nos atrevemos a escapar. Con todo, tal vez lo más siniestro de estas navidades de consumo sea la estética miserable que trajeron consigo: esas tarjetas postales indigentes, esas ristras de foquitos de colores, esas campanitas de vidrio, esas coronas de muérdago colgadas en el umbral, esas canciones de retrasados mentales que son los villancicos traducidos del inglés, y tantas otras estupideces gloriosas, para las cuales ni siquiera valía la pena haber inventado la electricidad.

Todo eso, en torno a la fiesta más espantosa del año. Una noche infernal en que los niños no pueden dormir con la casa llena de borrachos que se equivocaron de puerta buscando donde desaguar, o persiguiendo a la esposa de otro que acaso tuvo la buena suerte de quedarse dormido en la sala: no es una noche de paz y de amor, sino todo lo contrario: es la ocasión solemne de la gente que no se quiere. La oportunidad prudencial de salir por fin de los compromisos aplazados por indeseables: la invitación al pobre ciego que nadie invita, a la prima Isabel que se quedó viuda hace 15 años, a la abuela paralítica que nadie se atreve a mostrar. Es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Es la hora feliz de que los invitados se beban todo lo que sobró de la Navidad anterior: la crema de menta, el licor de chocolate, el vino de plátano. No es raro, como sucede a menudo, que la fiesta termine a tiros. Ni es raro tampoco que los niños —viendo tantas cosas atroces— terminen por creer de veras que el Niño Jesús no nació en Belén sino en los Estados Unidos.

16 comentarios:

  1. Muchas gracias por tan lindo regalo ! Que tengas un maravilloso año 2013 y unas felices navidades. Un beso

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    1. Gracias por seguirme siempre y por tus comentarios que si no es el primero es uno de los primeros. Felicidades para toda la familia en estas fiestas.






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  2. Primacho, muchas gracias. Escribe siempre!
    Te deseo con todo cariño que pases una linda Navidad y nos estamos comunicando el 2013, como tú dices, si es que el fin del mundo no nos sorprende.
    Un beso grande.
    Primacha.

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    1. tratare de escribir con mas frecuencia, primacha querida y mil gracias por tus saludos un abrazo para el compañero"K"y para
      los sobrinos.

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  3. Querido Cyrano: Gran parte del escrito es tristemente cierto, sobre todo lo que en Peru se "importo" del extanjero, como Santa Claus, la nieve , el arbol de Navidad, las compras freneticas e innecesarias etc etc. Lo que si aun vive dentro del seno de millones de familias entre las que esta la mia, es el espiritu de la fiesta de Navidad con gran enfasis , impetu y genuina espontaneidad , . Si bien el aspecto religioso , con el tiempo se ha modificado, la union famliar, el deseo de juntarnos todos y renovar nuestro amor filial o paternal entre nosotros es cada vez mas grande y profundo. Difiero por tanto en esa parte de tu escrito , pues cuanto mayores nos hacemos, mas queremos ver al tio ciego, a la abuela paralitica y al primo enfermo para expresarles en persona nuestro amor y solidaridad con su estado,pues tememos que pronto los perderemos para siempre.Un dia y cada vez mas pronto, llegaremos nosotros a ese estado tambien. Se renueva aun en el mundo en esta epoca de la Navidad, el sentimiento de amor al projimo y sentido de dadivosidad. Tal vez por esto ultimo es que gastamos tan vanamente en regalos, por que la sociedad mercantil, nos ensenho a demostrar tambien el afecto dandonos cosas entre los unos y los otros. Pero el mundo aun tiene muchisima gente que toma la Navidad como momento de dar ; amor, abrazos , besos o regalos......pero es mejor siempre dar que recibir. Te envio mi mas grande y fraterno abrazo en estas fiestas. Coco Muniz

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    1. Me agrada que te haya gustado el articulo de Gabo ,sin duda es polemico. Fuerte abrazo,estimado Coco.

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  4. Muy buen artículo Lalo gracias por mandarlo porque me hace pensar y recapacitar!
    Un fuerte abrazo, amigo!

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    1. De eso es exactamente de lo que se trata querido amigo.

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  5. A pesar de todo, la Navidad siempre es y será una fecha especial, en la que todos nos deseamos felicidad, paz y alegría. Entonces, una onda armoniosa envuelve el mundo. Y eso es positivo.
    Saludos y FELIZ NAVIDAD.

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    1. Opino lo mismo que tu, mil rostros. Todo el asunto esta en esa frase " Apesar de todo"
      Felices fiestas.

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  6. Creo que son esas contradicciones, magistralmente descritas por mi tocayo, las que me dan ese ánimo ebenezerscroogeniano que se me presenta en Navidad.
    Se nos viene un cumpleaños sumamente importante, y eso es lo que debemos tener en cuenta: hace más de 2000 años, nació alguien que cambió la Historia como nadie.

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  7. No he logrado leer el artículo, porque no alcanzo, pero no quería dejar pasar un día más sin dejarte mis felicitaciones de Navidad. Que el Niño que nace te llene de cosas buenas como las que sabe dar, sobre todo, que te ayude a sacar provecho de tus males para ofrecerlos por tanta necesidad que hay en el mundo.

    Un abrazo

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  8. Como coinciden, estimado Cyrano, los dos grandes escritores, Vargas Llosa y García Márquez en su decepción por el consumismo y la trivialidad de nuestro mundo.Y eso que entre ellos ya no se hablan.

    Muchas felicidades y también muy buenas vacaciones, amigo.

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  9. Preciosa entrada Cyrano, me ha encantado el artículo que nos has traído y me ha encantado que me cites a Garćia Márquez, uno de mis escritores.

    Tengo que volver a leerlo, seguro que saco muchas más conclusiones que en una primera lectura.

    Un beso y feliz entrada de año.

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  10. Buenas ardes amigos, personalmente comparto la opinion de cyrano, saludos

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